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Juanelo Turriano: Un genio que murió en la miseria

Busto de Juanelo Turriano. Museo de Santa Cruz.
Por Alejandra Rodríguez Campos.
Creo que es de justicia dedicarle al menos una entrada, a uno de los grandes genios que pisó la ciudad de Toledo: Juanelo Turriano.

Giovanni Torriani, nació en la ciudad de Cremona, al norte de Italia, entre 1500 y 1511 (aunque lo más seguro es que fuera en 1501). Pertenecía a una familia humilde cuyo padre, Gerardi Torriani, poseía la explotación de dos molinos sobre el río Po. Su formación, más práctica que académica, se labró en el taller de su padre, realizando y reparando pequeños mecanismos. Su amigo Giorgio Fóndulo, profesor de la universidad de Pavia, le inició en los estudios de astronomía, para los cuales se dice que poseía un talento innato. 

Durante su juventud, permaneció en Cremona llegando a tener su propio taller de relojero, y realizando pedidos por encargo para la ciudad. Contrató, así, a un aprendiz al que, según la tradición del gremio, vestía, alimentaba e instruía a cambio de su trabajo.

Poco más tarde, fabrica algunos inventos, como una grúa mecánica capaz de elevar cañones de gran peso o una draga (gran desafío de la ingeniería) para la ciudad de Venecia, gracias a los cuales adquiere cierta reputación.

Draga de noria.

Llega a España en 1530, periodo en el que se le encarga la restauración del reloj planetario de Giovanni Dondi, fabricado en 1381. Pero Juanelo insiste en realizar uno nuevo y, finalmente, lo termina en 1551. El aparato estaba formado por mil ochocientas piezas y tres muelles, en lugar del tradicional sistema de contrapesos. Además mostraba ocho esferas planetarias, marcando las horas solares y las lunares. También fabricó el reloj astronómico “cristalino” que, al ser trasparente, permitía que se viera todo el funcionamiento del mecanismo.

En 1554, es nombrado Relojero Real de la Corte de Carlos V, y permanece con él hasta que este muere en su retiro de Yuste, en 1558. Su hijo, Felipe II, no quiso prescindir de sus servicios y le nombró “Matemático Mayor” participando en la reforma del calendario actual, al servicio del papa Gregorio XIII. Otras de sus obras son la construcción de la presa del pantano de Tibi en Alicante —que fue durante casi 300 años la más alta del mundo—, el diseño de las campanas de El Escorial junto a Juan de Herrera —del que fue gran amigo—, algunos molinos, varios autómatas, relojes, etc. También construye "El Hombre de Palo", autómata que merece otra entrada aparte.

Pero sin duda alguna, la obra cumbre de la vida de este gran ingeniero, su gloria y su ruina, fue el llamado “Artificio de Juanelo”. Obra maestra de la ingeniería, este artificio conseguía subir agua del río a la ciudad salvando una altura de 90 metros, con la única ayuda del peso propio del agua. Juanelo estaba tan convencido de que lo conseguiría que decidió costearlo de su bolsillo hasta que se comprobara su funcionamiento. Se inicia en 1565 y se termina en 1569 y, aunque el rendimiento es muy superior a las previsiones iniciales de 17000 litros diarios, la ciudad de Toledo se negó a pagarle, alegando que todo el agua suministrada se quedaba en el Alcázar, propiedad real. Aquí comenzaba la lucha que iba a llevar a Juanelo y a su familia a la ruina.

En 1575, se firmó un nuevo contrato entre Juanelo, el Rey y la ciudad, para hacer un segundo artificio, quedando el primero para uso exclusivo del Alcázar. Se termina en 1581, pero tampoco la ciudad abonó lo convenido. 

Restos del Artificio. J. Laurent. 1865

En 1585, muere uno de los más grandes genios de la historia, sumido en la más absoluta de las miserias y con una gran desesperación que manifestaba en las últimas cartas al Rey. Es enterrado unos metros más arriba de su gran obra, en el también desaparecido Convento del Carmen.

No muy lejanas nos quedan esas maneras de actuar por parte de las autoridades...

Fuentes:

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