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Don Quijote cabalga desde la pluma cervantina al mundo interactivo (por Conrado Granado)

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Si Miguel de Cervantes, padre literario “del de la triste figura”, Don Quijote de la Mancha, levantara la cabeza a la altura de nuestros días posiblemente se quedaría cuando menos desconcertado, porque todo lo que él tardó en escribir la monumental obra de la literatura universal con aquellas plumas antiguas de su época lo tenemos ahora en Internet en un segundo, gracias a la Biblioteca Nacional, y con sólo apretar un icono.
Y además, tal como él lo escribió, en castellano antiguo. Pero por si alguien no lo entiende, con sólo ir a otro icono lo tiene en castellano actualizado, puesto al día. Para facilitar más la labor, si usted es corto de vista puede ampliar la página a su gusto, para leerlo cómodamente. Y ya en el colmo de las facilidades, la lectura va acompañada de música antigua, para escuchar mientras se lee. Todo un “pack”, que dirían los modernos, y además gratis, proveniente de la mente de aquel “Príncipe de los ingenios” que a tantos hizo ricos y que él no pudo escapar, al final de sus días, a su condición de “hidalgo, soldado y pobre”.
Como asegura el dicho popular, “los tiempos avanzan que es una barbaridad”. El libro, uno de los inventos más grandes en la historia de la Humanidad, ha pasado por diferentes etapas hasta llegar a nuestros días, época en que los llamadas de tableta por su forma y contenido comienzan a tomar cuerpo. Atrás han quedado otras épocas, como los libros de seda o de bambú, los arabescos de Arabia, los libros hechos de piel, los manuscritos iluminados, los pertenecientes a la epopeya del papel, de papeleros chinos y molinos europeos, y lo que supuso el invento de la imprenta por el alemán Gutenberg, época que fue considerada como de un segundo nacimiento para los libros.
“El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” ve la luz como libro en 1605, dos años después del “Hamlet” de Shakespeare. Según consta en su primera página original, que se transcribe literalmente para respetar su tiempo, estaba “DIRIGIDO AL DUQUE DE BEJAR, Marques de Gibraleon, Conde de Benalcazar y Bañarez, Vizconde de la Puebla de Alcocer, Señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos”. Se imprimió CON PRIVILEGIO, en la imprenta de Juan de la Cosa, y se vendía en la casa de Francisco de Robles, “librero del Rey nuestro señor”. Todos estos datos debían constar, sobre todo a quién estaba “dirigido”, por lo que suponía de cara a la posible publicación de una obra, harto difícil en aquellos tiempos.
El escribano de la Cámara del Rey, Juan Gallo de Andrada, dio la licencia para que se pudiera vender el libro al precio de “doscientos y noventa maravedíes y medio”, ya que la obra en su conjunto de papel constaba de 83 pliegos, al precio de tres maravedíes y medio por pliego.
Han pasado 406 años desde aquella primera edición, y ahora podemos disfrutar gratis de esta obra que tanto costó escribir el conocido como “Príncipe de los ingenios”. La Biblioteca Nacional la pone a nuestro alcance en este mundo interactivo que nos ha tocado vivir, con sólo apretar un botón del ordenador.

[Fuente: Periodistas en Español (http://www.periodistas-es.org/)]

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